miércoles, 29 de mayo de 2013

El día que todo el aeropuerto me estaba esperando para volar

Cargué mi valija en el Tuk Tuk. Apenas entraba en el espacio guardado para las piernas. Miré hacia mi derecha y me despedí del Río Mekong prometiéndole un nuevo encuentro.
El conductor iba lento como todo en Laos. Yo no tenía apuro. Iba sentado de costado con un brazo por fuera, chocando el aire caliente, y separando con la otra mano la camisa limpia de mi pecho empapado.

Llegué al Aeropuerto de Luang Prabang (LPQ) 40 minutos antes de abordar. Tiempo mas que suficiente para un aeropuerto de esas dimensiones. Encontré algunos cajeros automáticos (ATM) e intenté hacerme de algunos millones de Kip para pagar mi pasaje. No lo conseguí. Me acerqué a ventanilla y me enteré que el vuelo del mediodía había salido a la mañana.

- "¿Pero como? ¿Para donde están volando hoy?"

La mala noticia, el calor húmedo y pesado, y el estar cargado como una mula (cosa que no hago nunca en mis viajes), me estaban poniendo de mal humor.

- "Sale un vuelo en 40 minutos a Vientiane"(VTE).
- "O.K., lo agarro", mientras pensaba para mis adentros que desde la capital tendría que ser más fácil abandonar el país.

Cuestión que saco unos Dólares, y me dicen que no los aceptan. Pelo mi tarjeta de crédito y la empleada de la única aerolinea que volaba ese día me informa que tampoco aceptan tarjeta de crédito.
Deben ser contados los aeropuertos internacionales que no aceptan tarjeta de crédito. ¿De que me estás hablando? No me digas que no aceptan tarjeta y yo no puedo sacar guita. De hecho en toda mi estancia en Laos sobreviví con el cash que llevaba encima, y nunca pude hacerme de mas.

Me dicen que hay un lugar en el centro donde me podían entregar los dos millones y medio que necesitaba para mi pasaje. Dejo mi pasaporte (error) para agilizar el papeleo, y mi enorme valija (error II). Salgo corriendo afuera del aeropuerto a emprender un ida y vuelta a la ciudad. Para colmo los Kip que me habían sobrado no alcanzaban ni para pagar un Tuk Tuk de vuelta a Luang Prabang, si es que hubiese tenido la oportunidad de tomar uno, ya que en el aeropuerto solo están estas taxi combis que valen varias veces más. Me subo una combi y le digo al tipo:
- "Vamos a tal lugar. Estoy apurado".

El tipo manejando en cuarta marcha a 35kms/hora.
- "Dale que no llego. Por favor maneja más rápido y te pago más, pero dale, pone un poco de esfuerzo y apura el tramite. Pisa un poco el acelerador".

Las calles pasaban lentas y tuve que putearlo. En Laos no se putea. No existe el malhumor y está muy mal visto. Me chupaba un huevo, y la mitad del otro.

Finalmente llegué corriendo a la casa esta que parecía una sucursal de Western Union. Tuve que colarme y correr gente de mi camino para que me atendieran rápido. Los locales me odiaban.Yo trataba de explicar que se me iba el avión, mientras ascendía la mano y hacía un poco convincente sonido motoro.
- "Nooooo. No me digas que necesitás el puto pasaporte para cambiarme unos Dólares".
La puta madre, yo soy pelotudo pero la mina de la aerolinea me podría haber avisado que en 'su' lugar iba a necesitar de mi pasaporte, para hacerme de un poco de cambio.
Lo puteo al empleado una vez que fracasé en mi intento de que me haga el favor. Salgo corriendo a la combi, ya pidiéndole desde afuera al tipo que la vaya arrancando.
Esta vez logré que vaya más rápido al aeropuerto pese a que la ruta era en subida.

Llegamos. Le dije que quede pronto para salir de nuevo a la ciudad. Busqué mi pasaporte no sin antes propiciarle un rosario de insultos a la pobre chica de la aerolinea que me decía que el avión estaba por despegar. La miré con mi mirada asesina. No se les ocurra.

De vuelta en la combi fuimos bajando como dos campeones mientras yo felicitaba al piloto cada vez que chillaban las gomas, casi perdiendo adherencia en las curvas.
Llegué al lugar de cambio. Nuevamente me colé y busque desde lejos la mirada del tipo que me había negado el cambio un rato antes. Los minutos pasaban. Mis oídos estaban atentos al sonido de los aviones. El reloj de la agencia acercaba peligrosamente el paso del tiempo. Tic-toc.Tic-toc.
Le puse el pasaporte en la mesa. Me cambió los Dólares y rajé por última vez a la combi, otra vez camino al aeropuerto.

Mas que tarde estaba. Diría que para aquel entonces llevaba unos 50 minutos de retraso. Estaba seguro de haber perdido el avión, pero lo íbamos a intentar hasta último momento.
Llegamos nuevamente en tiempo récord. Le di una buena propina por las varias carreras, las últimas llenas de adrenalina y velocidad.

Me bajo a la carrera. Toda la gente estaba en la única puerta del aeropuerto alentándome a correr aún más rápido. Parecía la meta del maratón que nunca corrí. La escena parecía suceder en cámara lenta, pero las gotas gruesas de sudor resbalaban mi cara a toda velocidad. Mientras entraba me pusieron el pasaje en el bolsillo de la camisa, y pagué justo ahí, en la mismísima puerta. Pregunté por mi valija, pero ya estaba arriba del avión.
Sonreí de lejos a la empleada de Lao Airlines, mientras el piloto, de visible malhumor, me tomaba del brazo y me empujaba con fuerza hacia el avión.

Subí a bordo. La gente hablaba de mí. No les entendía pero sentía su mirada de desaprobación . Sorry por el retraso, muchachos. No saben lo que me paso.

Completamente empapado en sudor y sin saber si me habían puesto  algo en la valija, partí hacia el Aeropuerto Internacional de Wattay, en Vientiane. Lo había conseguido.

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